El turismo español vive un momento más que dulce. Cuatro años después de la pandemia de covid-19, que puso al sector en la situación más comprometida de su historia, poco rastro parece quedar de aquello. Fitur, la feria mundial celebrada la semana pasada en Madrid, se ha vivido con una euforia desconocida en mucho tiempo, cuentan los veteranos. Y cada semana se conocen nuevos datos que ayudan a contextualizar ese nuevo estado de ánimo. Este lunes ha sido el turno del Barómetro Hotelero que presentan anualmente la consultora inmobiliaria Cushman&Wakefield y la especializada STR. Y la foto de nuevo es muy favorable: el precio medio de las habitaciones (144,5 euros por noche) y la inversión inmobiliaria (4.000 millones) se dispararon a cifras récord. Una marca que los analistas no descartan repetir porque España, dicen, está en el punto de mira de grandes inversores asiáticos y de Oriente Próximo. Con permiso, eso sí, de la potente industria hotelera nacional, que ante la nueva situación de bonanza también podría animarse con la compra de establecimientos tras haber pasado una temporada a la defensiva.
En la base de todo se encuentra la buena marcha operativa de los hoteles españoles. El sector batió el año pasado su plusmarca de turistas internacionales con 84 millones de llegadas, según las proyecciones del Gobierno. Y esos visitantes, con los nacionales, se dejaron más dinero que nunca. El barómetro presentado este lunes señala que los casi 145 euros de media por noche que costó en 2023 suponen un 8,3% más que el año anterior. Y están ya un 22% por encima de 2019, el año que se usa como comparable en la prepandemia.
Marbella, con una media de 278,4 euros por habitación y noche, volvió a ser el mercado líder en tarifa media diaria (ADR, las siglas con que se conoce este indicador en el sector), pero también el único que retrocedió un leve 0,4% respecto a un sobresaliente 2022. Baleares (176,7 euros) y Barcelona (172,7 euros) fueron los dos siguientes. Madrid se quedó en 150 euros y otras siete localizaciones (Málaga, Canarias, Sevilla, Alicante, Valencia, Bilbao y Granada) lograron superar la marca de los 100 euros por noche. Todas ellas mejorando los datos de 2022.
Otro indicador que también progresó el año pasado respecto al anterior fue la ocupación, aunque en este caso no se alcanzaron todavía las cifras prepandemia. La media se situó en el 72,8%, un avance notable respecto al 67,7% de 2022, pero todavía por debajo del 74,7% de 2019. Málaga (82,9%), Valencia (80,2%) y Barcelona (78,3%) fueron los mercados líderes en ocupación. “Es cierto que no hemos llegado a los niveles de entonces [2019], nos hemos quedado dos puntos por debajo”, ha reconocido Abel Grau, codirector de la división hotelera de Cushman&Wakefield en España, quien lo ha achacado a que “hay mercados [emisores de turistas a España] que aún no están al 100% como el asiático y el americano”. No obstante, el experto ve razones para el optimismo, ya que aprecia “un crecimiento muy interesante en las temporadas bajas que hace que pensemos que este año se puede superar la demanda de 2019″.
Vienen, por tanto, más turistas fuera de los meses tradicionales, la llamada desestacionalización que el sector lleva años persiguiendo para obtener ingresos mayores y más estables. Y no es esa la única alegría porque, en el balance entre precios mucho más elevados y una ocupación ligeramente más baja, la suma sale claramente favorable. Eso es lo que en la jerga turística se conoce como el RevPar, los ingresos por habitación disponible, que se usan como medida para estandarizar la industria. Como relaciona precios y ocupación, pone en igualdad a un hotel que venda muchas habitaciones por bajar mucho el precio con otro que venda pocas porque los visitantes potenciales las ven caras. Y este indicador marcó en España el año pasado una media de 105,2 euros, que es un 16% más que en 2022 y un 19% más que antes de la pandemia.
Un gran negocio inmobiliario
Con esta mejora de cifras, que presumiblemente se traducirá en las cuentas de las compañías del sector cuando presenten próximamente sus resultados anuales, España se ha convertido en un bocado apetitoso para el negocio inmobiliario hotelero. El año pasado se batió la marca de inversión inmobiliaria, superando los 4.000 millones. La mitad aproximadamente de ese dinero se correspondió con dos grandes operaciones protagonizadas por fondos soberanos. El de Singapur, GIC, entró en el accionariado de HIP, la firma hotelera de Blackstone en Europa; y ADIA (Abu Dabi) compró dos carteras de activos a Meliá. En total, algo menos de un tercio del capital fue doméstico, mientras que de Europa se recibió un 20%. La otra mitad provino del resto del mundo.
“Los inversores asiáticos están muy activos”, ha desarrollado Bruno Hallé, el otro codirector del área en Cushman & Wakefield España. “Hemos pasado un 2023 muy bueno y en 2024 los operadores tienen perspectivas muy positivas en cuanto a actividad, por lo que si no hay bajadas de tipos, los inversores seguirán siendo institucionales y multimillonarios, con muchas presencia de Asia y Oriente Próximo”, ha desarrollado. Aunque también ha avisado de que las grandes cadenas “están en fase compra” y algunas que en los últimos años vendieron edificios para proteger caja en la pandemia ahora pueden volver a invertir.
De las buenas perspectivas para este ejercicio también da cuenta el barómetro en su última parte. En una encuesta que se hace entre operadores de hoteles en España, destaca el sentimiento positivo, aunque hay matices. Entre los que gestionan hoteles de lujo, la sensación es optimista o muy optimista para un 95%. Ese porcentaje va retrocediendo paulatinamente hasta llegar a los de los establecimientos más económicos: ahí solo un 59% se muestran optimistas o muy optimistas, aunque luego hay un 26% con una impresión moderada. Por tipologías, los que mejor ven el año son los que tienen resorts y los más pesimistas los que regentan establecimientos de larga estancia.
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